Es la perfecta alineación de la pirámide con el sol que provoca un juego de luces y sombras por el que se crea el efecto óptico de un inmenso reptil que baja progresivamente por la escalinata de su cara norte.
La única cara rematada en la base con sendas cabezas de serpiente. Este fenómeno único en el mundo es quizá la prueba más asombrosa de los profundos conocimientos astronómicos de los mayas.
No es el único secreto que guarda esta edificación levantada en el siglo XII por los mayas itzáes, los conquistadores descubrieron Chichén Itzá, ya deshabitada, la bautizaron también como el Castillo.
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La pirámide, absoluta protagonista del recinto arqueológico, es también, toda entera, un gigantesco calendario.
El 21 de marzo y 21 de septiembre, cuando tienen lugar los equinoccios, las plataformas sobre las cuales está construída la pirámide proyectan sombras triangulares sobre las paredes de las escalinatas.
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Las escalinatas están adornadas en su base por cabezas de serpiente que simbolizan a Kukulkán o Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, y con los triángulos de luz y sombra provocados por la iluminación del sol equinoccial provocan una fantástica ilusión de una serpiente que está descendiendo a tierra desde la parte alta de la pirámide.
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