viernes, 27 de julio de 2018

“Ocotlán” la impactante joya colonial de Tlaxcala que nació de una leyenda

La Basílica de Ocotlán es uno de los templos más hermoso que puedes visitar en la ciudad de Tlaxcala, esta verdadera joya virreinal de estilo churrigueresco, tiene sus orígenes en el año de 1687, la culminación de su construcción data del año 1790, sus atractivos son muchos y a continuación damos un vistazo a todo lo que ofrece este rincón de Tlaxcala. 


Lo que más llama la atención de esta Basílica son sus dos torres gemelas que tienen una altura de 33 metros y que son visibles prácticamente desde cualquier punto de la ciudad de Tlaxcala. Una bella leyenda de una virgen que se apareció en medio de un Ocote dio origen a esta pieza de arte virreinal.




Lo primero que encuentras cuando llegas al templo es su amplia y elegante explanada que mide 50 por 70 metros, delimitada por un muro que consta de 26 arcos invertidos. 




Una vez que ingresamos al templo no podemos dejar de apreciar la imagen de la virgen que esta tallada en madera de ocote de una sola pieza, la altura de la imagen es proporcional a las mujeres de la región “148 cm”. Se encuentra colocada de pie en un pedestal de plata repujada con una ligera inclinación hacia adelante. Cubierta con manto terciado y vestido con delicados adornos que simula que le cae en pliegues rectos. 

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El lugar que más me ha impresionado de todo el templo es “El Camerín”, considerado la verdadera joya que resguarda el santuario de “Ocotlán". Éste es el lugar donde preparan la Imagen de la Virgen para las fiestas religiosas; el 1.º de enero y el tercer lunes de cada mes de mayo por nombrar las más importantes. 





El camerín es un octágono perfecto lleno de colorido, ideado por Loayzaga y realizado por el artífice Francisco Miguel Tlayoltehuanitzin: binomio perfecto que realizó de una mezcla de arena y cal. El inicio de su decoración data hacia 1715 y se concluyó en el año de 1740, fecha en que se firmaron los lienzos de Villalobos, que por cierto se pueden apreciar cuando visitamos el templo.





Otro rincón que debes visitar en Ocotlán, es el famoso “pocito”, que se encuentra a unos 400 metros del Santuario de Ocotlán. En este punto, todas las personas que visitamos la Basílica podemos ir a tomar agua, que según los creyentes, posee un poder curativo.



Historia del encuentro de la Virgen en el bosque 


La aparición se llevó acabo en la región de Ocotlán. Era la primavera de 1541, e iba Juan Diego Bernardino cruzando un bosque de Ocotes, cuando la Virgen se le aparece y le pregunta que a dónde va. Juan Diego contesta que lleva agua para sus enfermos que mueren sin remedio por la terrible epidemia, y la Virgen le contesta: Ven en pos de mí, yo te daré otra agua con que se extinguiría el contagio, y sanen no sólo tus parientes sino cuantos bebieren de ella ¦ El indígena llenó su cántaro de un manantial hasta entonces inexistente y se fue a Xiloxoxtla, su pueblo natal.

Antes la celestial señora le ordenó que comunicara lo sucedido a los franciscanos, indicándoles que encontraría una imagen suya en el interior de un ocote que debería de ser trasladada al templo de San Lorenzo.

Fueron ya al atardecer los frailes y vieron el bosque se estaba incendiado, pero con llamas que no consumían. Había un gran árbol que irradiaba especial luz, lo señalaron y al día siguiente viendo que estaba hueco, lo abrieron a hachazos encontrando en su interior la escultura de la Virgen María que hoy está en el altar mayor.


También cuenta la leyenda que el celoso sacristán, cuando ya todos se habían ido, volvió al patrono San Lorenzo a su sitio, poniendo a la nueva imagen en el lugar vacante y que los ángeles por tres ocasiones restituyeron a la Virgen al sitio de honor.



Finalmente, el padre Juan de Escobar inició la construcción del nuevo santuario en 1687 supliendo al de San Lorenzo, que se hizo, quizá por orden de Motolinia; quien más participó en la terminación de la obra y en el revestimiento de retablos y camarín fue Manuel Loayzaga (1716-1758). Se dice que no tenía más ropa que la que llevaba puesta, pues todo lo invertía en el Santuario. La fachada se debió al capellán José Meléndez (1767-1784).

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